Iglesia Bíblica Torre Fuerte

Una Vida sin Juzgar y sin Prejuicios

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Uno de los objetivos más difíciles de lograr en nuestras vidas , es el de vivir sin juzgar. Muchas veces ni siquiera somos conscientes de qué tan profundamente nuestros juicios y prejuicios están arraigados en nuestras mentes y corazones.

Incluso podemos pensar que nos relacionamos con otras personas que son diferentes a nosotros por el color, la religión, la orientación sexual, o estilo de vida similar al nuestro, pero en circunstancias concretas y especificas; nuestros pensamientos brincan de manera espontánea y juzgan, nuestras palabra emitiendo juicios nos traicionan, o incluso nuestras reacciones son emocionales e impulsivas. Todo nuestro ser revela lo fuertemente arraigado que tenemos en nuestro interior el juzgar a a los demás.

La gente que consideramos “diferente a nosotros”, genera en nosotros miedo, desconfianza, incomodidad, suspicacia y por tanto hostilidad.

Junto a estas personas perdemos el sentido de seguridad por simplemente ser ellos “diferentes a nosotros”.

Solamente cuando completamente clamamos al amor de Dios y sabemos que nos ama de manera incondicional y de la misma manera a todos, y ve a esas personas “diferentes” con el mismo amor con el que nos ve a nosotros, podemos entonces empezar a descubrir que la gran variedad y diferencia en las personas es una expresión de la inmensa riqueza del corazón de Dios.
Sólo entonces podemos entender que la necesidad de juzgar a los demás no es necesario y es irrelevante.
Entonces esa necesidad va desaparecido gradualmente de nuestras vidas.

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Mateo 7:1-5.

Bendiciones

 

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