Iglesia Bíblica Torre Fuerte

Cuando Dios se Queda Callado – Vocero Domingo 18 de Junio

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Entre las experiencias más amargas de un creyente se encuentra la de sentir que sus oraciones no son escuchadas. Si bien Dios escucha, su silencio es para nosotros un abismo de desesperación y abandono, que no tiene cabida en nuestra mente y que difícilmente lo podemos explicar con nuestra teología.

Esta experiencia la han vivido diferentes personajes, entre ellos, el mismo Señor Jesucristo, cuando estando en la cruz exclamó como lo hiciera David siglos atrás: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46, Sal. 22:1-2).

Pero ¿qué provecho puede tener para nosotros el que Dios se quede callado y nos sumerja en la más profunda desesperación? El provecho para nosotros es grande, Bernhard W. Anderson describe a la Iglesia como una comunidad de adoradores que aprendieron a adorar a Dios, no sólo cuando Dios está presente, sino también en el tiempo de su ausencia, como cuando estuvieron en la cárcel (Hc. 16:25) o en el camino hacia la arena del martirio (Ef. 5:19).

En los momentos del silencio de Dios los creyentes aprendemos un lenguaje especial, el lenguaje de la fe, de las palabras de Cristo que Dios quiere escuchar de nosotros.

Dietrich Bonhoeffer, escribió antes de su martirio a manos de nazismo: “Tal como Cristo enseñó las palabras de la oración del Señor (el Padre Nuestro) así el libro de las oraciones de la Biblia (los salmos) contiene en mayor plenitud y riquezas las palabras que Dios quiere que nosotros le digamos, en el nombre de Jesucristo.”

Adorar a Dios en la soledad, es un paso grande de fe que nos hace entender el plan de Dios para cada uno, aumentando la fe en Dios de una forma exponencial, en medio de la soledad, tal como Cristo lo experimentó.

Cuando te sientas solo y experimentes el silencio de Dios, no digas “Señor escúchame”, mejor dile, “Señor háblame con tu silencio para que pueda adorarte con las palabras de Cristo”. Deja que Dios fortalezca tu fe, con su silencio.”

 

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Categories: El Vocero