Iglesia Bíblica Torre Fuerte

Honrar la Fidelidad Sexual o Reírnos de Ella

  Posted on   by   No comments

Si hiciéramos una encuesta y preguntáramos que piensas de la fidelidad en el matrimonio, nos quedaríamos sorprendidos por las respuestas que nos darían, hoy en día el matrimonio ha perdido su valor, pues la gente solo piensa en términos de felicidad como la satisfacción de sus necesidades y no como una complementación con su pareja.

Escuchar decir a los varones tengo derecho a ser feliz, tengo derecho a vivir, tengo derecho a disfrutar cada oportunidad que se me presenta en la vida, sin tomar en cuenta lo que Dios menciona en su Sagrada Palabra, Hebreos 13:4 “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Dios ve el matrimonio y la unión del tal como algo hermoso y sagrado.
Pero aun más no pensamos en el daño que hacemos no solos a nosotros mismos sino a nuestros seres queridos y que son los menos indicados para que paguen las consecuencias de nuestro extravió, los hijos.
Es fácil buscar justificaciones para cubrir lo incorrecto pensemos en algunas:

  1.  Yo puedo manejar esto; no dejaré que se salga de mi control. (¿Ah, sí? ¿Puede jugar con una serpiente cobra sin que le muerda?).
  2.  Dios quiere que yo sea feliz. (Hum… yo creía que el manual del propietario decía que Dios quiere que seamos santos).
  3.  No quiero que nadie salga lastimado. (¡Últimas noticias! No existe la aventura amorosa en que nadie salga lastimado).
  4.  Lo que pasa es que usted no comprende mi situación. (¡Sí, claro… usted es único!
    Con esto ya se van dando cuenta que no acepto las mentiras.

Me gustaría que analicemos la carta que escribe una hija a un padre que incurrió en infidelidad y meditemos en la destrucción de un corazón que se ha formado una alta expectativa de lo que es una familia. Espero que esta llegue a hacerte reflexionar de tal manera que valores lo que Dios te ha dado en casa.

“Papá, ya no puedo creer en la sinceridad de nada de lo que digas. Dices que me amas, no obstante, a sabiendas, nos lastimaste tanto a mí como a mi familia. Dices que estarías dispuesto a morir por mí, pero no estuviste dispuesto a vivir por mí. Dices que me extrañas, pero eres tú el que te fuiste y me abandonaste. Estoy aprendiendo que las palabras valen poco… especialmente tus palabras. Estoy resentida contigo por vivir una vida de engaños y por actuar en contra de todo lo que me enseñaste sobre la verdad y lo correcto. No te respeto como hombre, como esposo ni como padre. Eres un cobarde por no estar dispuesto a sacrificar algo por el amor de tus propios hijos. Más que nada, te tengo lástima. Te tengo lástima porque por lascivia, tiraste a la basura tu vida. Tenías todo lo que un hombre podría haber soñado: una familia que te quería, dos hijos que te adoraban, un trabajo maravilloso, el respeto de nuestra comunidad y todos los bienes materiales que hubieras podido desear. A pesar de esto, tenías un vacío en tu vida. En lugar de llenar ese vacío con Cristo, dejaste que lo llenara en pecado. Estás atrapado dentro de una nube de engaños. Me duele pensar en ti porque sé que un día mirarás lo que hiciste con tu vida y te darás cuenta que perdiste todo… por nada. Y temo por ti porque sé que Dios castigará tu pecado a su tiempo y que será mucho peor que cualquier castigo terrenal o sufrimiento que pudieras recibir. Te encuentras en una posición peligrosa por no temer al Señor.

No puedo dejar que vuelvas a ser parte de mi vida mientras no te arrepientas. Aunque me duele mucho apártate de mí, creo que es necesario para poder recuperarme. No creo que mi hermano y yo seamos una necesidad en tu vida, como lo afirmas. Recuerdo que muchas veces, durante mi niñez y adolescencia, nos convencías de que un padre de familia no podía desear nada mejor que el amor de sus hijos. Evidentemente has cambiado de idea, si es que eras sincero. No pareces tener ningún problema en sustituirnos por otra persona. No importa cuántas veces digas que me amas, no puedo creer en las palabras si no veo las acciones que lo demuestren.
A pesar de lo desengañada y disgustada que me siento, no dejaré de orar por ti. Oraré que Dios ablande tu corazón. Oraré para que no encuentres auténtica paz o contentamiento hasta que estés bien con Dios. Oraré que un día, antes de morir, te arrepientas y cambies tu manera de vivir para así poder renovar nuestra relación. Oraré que, a su tiempo, Dios me dé la gracia de perdonarte. 

Mientras tanto, aprenderé a volver a vivir. Aprenderé a confiar en el Señor y a depender de él para que sea mi Padre. Doy gracias que Dios es un Padre que nunca me traiciona, engaña ni lastima. En ocasiones la vida será distinta y difícil, pero confío en que Dios cuidará de mamá, de mi hermano y de mí. Cada día irá siendo un poco más fácil y un poco menos difícil de enfrentar.

¡Qué tremendo! Un poco dura pero es la realidad de lo que dañamos en el corazón de aquellos que tanto nos aman.
¿Valdrá la pena cambiar la bendición de una familia, por un momento de placer?
¿Valdrá la pena vivir con el remordimiento de una vida así?

Te invito a que consideres si esto es lo que deseas que pase en tu vida.

 

Si esta publicación te gustó, compártela con tus amigos!Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter
Categories: Blog, Iglesia, Matrimonios